Amores Conectados.
"El chico de mis sueños"
Esa tarde, la técnica que me había enseñado mi padre sólo funcionó, recordando con precisión impresionante el sueño que acababa de tener: yo estaba en mi habitación de Santa Elena, durmiendo, y me despertaba un ruido agudo, como el que hace una puerta oxidada al abrirse con el tiempo, o un águila cuando sale a cazar. El mismo tipo de zumbido agudo que había escuchado la noche antes de salir de Santa Elena, también en un sueño... En este otro, me levantaba despacio, e iba a oscuras hacia la puerta. Al atravesarla, ya no estaba en Santa Elena, sino en el pasillo azul de la casa de mis tíos. Veía el cuarto de Bruna al final del pasillo, con la puerta cerrada, y escuchaba unos ruidos extraños que venían desde adentro de la habitación y cuando llegaba abría la puerta, sin golpear. Mi prima Bruna estaba parada frente un espejo oval. Su cuerpo estaba de espaldas a mí, pero yo podía verla en el reflejo. Se cepillaba su largo pelo castaño mientras le hablaba a su reflejo como si se tratara de otra persona, con una voz metálica, completamente distinta a la suya.
-Veo que ya tiene a Victoria en su casa, Fernandez -Decía-. Muy bien hecho. Ahora, imagine que Victoria nos descubre Fernandez Si la chica encuentra el programa de José... Vaya ya mismo a saludar a su sobrina, Fernandez . Acerquesé a ella. Hágase su amigo. Gánese su confianza.
Asustada, yo dejaba escapar un ruido que advertía a Bruna de mi presencia. Mi prima giraba hacia mí, rapidísimo, y entonces podía verle la cara. Su verdadero rostro. No era Bruna... Era igual a ella, sí. Pero no era. La falsa Bruna me saltaba en encima para matarme, pero antes de que pudiera atraparme alguien me tomaba de la mano y me sacaba volando de la habitación.
Aparecía entonces en un descampado, sentada sobre un césped de un verde increíble, cruzada de piernas en posición india. Frente a mí, el chico que me había salvado me observaba con atención, como si yo fuera la primera mujer que veía en su vida. Y él tenía los ojos más impresionantes que yo había visto en la mía, color café.
Su nariz era recta y pronunciada; sus labios, suaves y carnosos.
Cuando sonreía, quedaba a la vista una dentadura de publicidad. Sus pómulos eran geométricos, preciosos, pero lo más espectacular que tenía el chico de mis sueños era el pelo, salvaje, de un negro intenso e infinito como la naturaleza, con sólo imaginar la sensación de mis dedos al acariciarlo se me cortaba la respiración. Sentí que era el mismo chico con el que había soñado antes de venir a la ciudad, el mismo que me había dicho que lo único que tenía que hacer era confiar en él.
-¿Me escuchas? -Me preguntaba él-. ¿Me escuchas...? ¿Me escuchas, Victoria...?
Desperté en ese momento, con el recuerdo vívido de todo lo que había visto y escucharlo en sueños, confundida, sabiendo que sólo había soñado, pero sintiendo en mi cuerpo los efectos bien reales de la inquietud, el temor y la fascinación que había sentido en el sueño. Me senté abruptamente cuando descubrí a mi tío Adolfo mirándome desde lo alto, parado al costado de mi cama.
-Victoria, sobrina. ¿Me escuchas? -Dijo-. Perdón que te despierte, quería saludarte
Se agachó hasta acercarse a mí y me dio un beso en la mejilla.
-¿Cómo fue el viaje?
-Bien -Respondí-
-Me alegro. Me alegra mucho tenerte en casa
Dijo, y sonrió. Yo le devolví la sonrisa, pero un escalofrío me recorrió por la espalda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario