lunes, 4 de noviembre de 2013

Primera Parte "Capítulo 7"

                                                              Amores Conectados.
                                                       "Como Alicia en el país 
                                                            de las Maravillas"

Ni siquiera había empezado a anochecer, así que me levanté, fui hasta el baño que tenía en mi habitación (un lujo que nunca pensé que iba a poder darme), abrí la canilla para llenar la bañadera con agua caliente, y puse el tapón. Volví hasta mi cuarto, saqué del bolso el libro que estaba leyendo, y yo llevé conmigo hasta el baño.
Lo dejé sobre una banqueta que acerqué hasta la bañadera, un ritual que tenía desde que había aprendido a leer. Se senté sobre el inodoro mientras miraba el agua caer y la bañadera llenarse lentamente. El agua acariciaba el frío mármol blanco, hacía burbujas por la presión con la que salía desde la cascada en miniatura de la canilla. ¿Eran las palabras de mi tío, o qué? Sí, creo que sí. Las palabras de mi tío eran culpables de haberme dejado algo inquieta. ¿Por qué? Porque recordaba, con precisión, lo que mi prima Bruna decía en el sueño con voz metálica, casi diabólica: "Hágase su amigo, Sandoval". Y después, las palabras de mi tío. "Me alegra mucho tenerte en casa". Podía haber pasado eso que pasa a veces: uno sueña, y mete en el sueño cosas que pasan fuera del sueño. Si en la realidad alguien toca un timbre, en el sueño escuchamos un timbre. Y así. Si podía ser.
Me saqué la ropa, la apoyé en la silla, y me miré al espejo. ¿Quién era esta chica delgada, rubia, de ojos oscuros? ¿Y quién era el chico con el que ella, la del espejo, y yo, habíamos soñado? Apoyé las manos sobre mi pecho y me cubrí. Pensar en él, estando desnuda frente al espejo, me hizo sentir todavía más desnuda. Sentía que podía todavía verme desde algún lugar lejos de esa habitación que tenía que empezar a sentir como mía, pero que aún me resultaba por completo ajena. Apuré mis piernas dentro del agua -quemaba, tuve que hacer equilibrio en una pierna, intercalándolas, hasta que entibió un poco-, y luego todo mi cuerpo. Una ola de placer me recorrió entera. A pesar del calor, del verano, el agua caliente siempre me daba paz. Busqué mi libro y lo abrí al azar en cualquier página: otro ritual antiguo, que tenía desde hacía muchos años, y que hacía cada vez que quería que los libros me dijeran cosas, algo, como si fueran oráculos. La página que abrí esa tarde decía:

-¿Puede saberse quién eres tú? -Preguntó la Oruga. Alicia contestó, algo intimidada:
-La verdad, señora, es que en estos momentos no estoy muy segura de quién soy. El caso es que sé muy bien quién era esta mañana, cuando me levanté, pero desde entonces he debido sufrir varias transformaciones
-¿Qué es lo que tratas de decirme? -Dijo la Oruga con toda severidad- ¡Explícate, por favor!
-¡Esa es justamente la cuestión! -Exclamó Alicia-. No me puedo explicar a mí misma porque yo no soy yo, ¿se da cuenta?

Me quedé pensando en lo que había leído, con algo de sorpresa, aunque no tanta, porque no era la primera vez que los libros decían algo crucial, acertado, sobre lo que me pasaba. Exactamente así me sentía. ¿Quién era yo? Lo sabía, más o menos, hasta había llegado a la ciudad. Pero ahora me sentía muy perdida y sola. Dejé a Alicia y su país maravilloso sobre la banqueta, metí los brazos en el agua y me deslicé, despacio, con los ojos cerrados, hasta el fondo de la bañadera. Me quedé varios segundos a oscuras, contando en voz baja de uno hasta quince, escuchando el sonido apagado de mis movimientos subacuáticos, el sonido de mis manos acariciando mis piernas. Cuando llegué hasta quince, todavía bajo el agua abrí los ojos.
Si yo hubiese sido el corazón débil, creo, ahora estaría muerta. Porque cuando abrí los ojos descubrí una figura humana, con forma de mujer, parada al costado de la bañadera. Era Bruna. Sus ojos me escrutaban sobre el agua, con una sonrisa enorme y los brazos cruzados.
Salí debajo del agua rapidísimo, tosí, escupí el agua que había tragado por el susto, mientras me cubría con las manos y me arrinconaba en una esquina de la bañadera, intentando  no resbalarle al tiempo que trataba que Bruna no me viera desuda. Quería saber que hacía mi prima en mi habitación, cómo había entrado sin que yo la escuchara, cómo había llegado tan rápido hasta ahí... ¿o estaba espiándome desde antes y yo no me había dado cuenta? Quería saber todo, pero las palabras no me salían. Estaba, todavía, demasiado asustada con su aparición.

-Parece que hubieras visto un fantasma -Dijo ella, irónica, y sonrió-
-¿Qué querés? -Respondí-

Fue lo primero que me salió. Ella me miró en silencio, respiró profundo, y buscó un lugar para sentarse. ¿Por qué se ponía tan cómoda? ¿O en la ciudad era costumbre meterse en el baño de otro como si fuera lo más normal del mundo? Bruna agarró mi libro, lo levantó, y lo miró por encima. Se sentó despacio sobre la banqueta, siempre sosteniendo el libro en sus manos.

-Si lo lees en español te perdes muchas cosas, prima. Este libro tiene un montón en chistes y juegos de palabras que son intraducibles -Dijo-. ¿En los colegios del campo enseñan inglés, o alguna lengua autóctona?
-Lenguas autóctonas -Dije, empezando a enojarme sutilmente-. Por ejemplo, aní tová tará -Inventé-. ¿Sabes que significa? -Me miró en silencio-. Significa "Andá yendo"

Bruna sonrió, complacida, al ver que yo también podía maltratarla. Me festejó el chiste con una carcajada falsa.

-Quiero que nos llevemos bien, prima. ¿Qué planes tenes hoy?
-Darme un baño, tranquila, sola
-Hoy hay una fiesta acá en casa -Dijo, y esperó a que yo dijera algo, pero no hablé-. Vienen unos amigos de papá con sus hijos. Mientras los ancianos cenan nosotros podemos jugar al ping pong en el playroom. Uno de los hijos tiene nuestra edad. Es algo tímido, pero es muy buen mozo

No terminaba de entender si Bruna estaba invitándome o no. Creo que ella tampoco terminaba de decidirlo.

-Bueno... -Dije-
-Bueno... -Dijo ella, y se puso de pie lentamente mirándome. Apoyó el libro otra vez sobre la banqueta-. Was it a cat I saw?
-¿Qué?
-Alicia dice eso en un momento. Creo que, después de mi mamá, sos la primera persona que conozco en mi vida que no sabe inglés. Va a ser mi caso de estudio -Dijo, divertida-

Me quedé callada, esperando a que terminara su exposición y de una vez por todas se fuera y me dejara tranquila.

-Es un palíndromo -Continuó-, es una frase que se lee igual de atrás que adelante. Como "ananá". Was it a cat I saw? -Dijo-. Como vos
-¿Cómo yo qué? -Pregunté-

Pero Bruna ya había salido del baño. Desde afuera, mientras se iba, escuché que decía:

-¡He visto un lindo gatito! -Y cerraba la puerta-

Dios mio. Había llegado a una casa de locos. Y tenía que vivir con ellos, por lo menos durante algunos meses más. No podía renunciar a todo antes de empezar, pero ya me sentía cansada, aturdida, y muy confundida. Salí del agua. Bruna había logrado sacarme las ganas de seguir en la bañadera, y además el agua había empezado a enfriarse. Me sequé rápido con la toalla.
Tejí mi pelo húmedo con mis manos, dándole forma, y estiré la piel bajo mis ojos con la yema de mis dedos.
Mientras me miraba al espejo, repetí:

-Was it a cat I saw?

En inglés perfecto, en ese acento que mis profesores calificaban como "británico", en esa lengua que mi padre había enseñado desde chica y que yo conocía a la perfección. Sí, no le había dicho a mi prima que sabía hablar inglés. ¿Por qué? No estoy segura. Tal vez porque ser del todo sinceros con las que nos inspiran desconfianza no es lo mas aconsejable.

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