martes, 5 de noviembre de 2013

Primera Parte "Capítulo 9"

                                                             Amores Conectados.
                                                            "Sueños académicos"

Por el tránsito, y porque pareció que no recorrimos más de quince o veinte cuadras, creo que hubiésemos tardado menos a pie. Tal vez también el viaje a la facultad se hizo largo porque en ningún momento intercambiamos palabra con Bruna. Sentadas en el asiento de atrás, juntas, pero distantes, abrimos la boca solamente para responder a Jonathan, el chófer, las dos preguntas que nos hizo: a qué hora nos pasaba a buscar, y por dónde.

-Gracias, Jonathan, pero voy a volver caminando. Quiero recorrer un poco la ciudad
-Debería preguntarle a la señora Lucrecia -Dijo él-. Si llego a dejarla sola sin su autorización y le pasa algo...
-Ya le preguntamos a mi papá, Jonathan. Tenemos permiso -Dijo Bruna, sumándose a un plan al que yo no la había invitado-. Si queres llamarlo para chequear. Toma -Dijo acercándole el celular-. ¿Te marco? -Jonathan no respondió-. Papá se pone un poco nervioso cuando lo molestan por pavadas así que si te grita o te habla mal no te preocupes, generalmente se le pasa rápido. Bueno... -Dijo, como para sí-. A veces no se le pasa nunca...

Bruna estiró el silencio después de los puntos suspensivos para dejar que Jonathan se imaginara lo peor.
Miró a mi prima por el espejo retrovisor. Fue un segundo, pero noté que estaba contrariado.

-Pero casi nunca es taaan extremo -Dijo después, recuperando el tono liviano de su voz-. Toma, llama, llama -Y otra vez le extendió el celular -Llamalo así te quedas tranquilo

El chófer dudó, y después de unos segundos dijo que no, que estaba bien, que si el señor ya sabía estaba bien. Bruna sonrió. Me preocupé por él. ¿Por qué mentía Bruna? ¿Por deporte, o porque de verdad no iban a dejarnos volver solas a la casa? Y, si era por lo segundo, ¿estábamos poniendo en riesgo el trabajo de Jonathan? El auto frenó justo frente a las escalinatas de la facultad, pero Bruna no quiso bajarse de ahí.

-Adelanta una cuadra, Jonathan, por favor. Bajar de un auto caro como este en la puerta de una facultad pública es un suicidio total. ¡¿Queres que nos tilden de millonarias y no tengamos ningún amigo?!

Le hubiese festejado el chiste a mi prima, pero estaba en otra cosa, demasiado impresionada con el tamaño del edificio al que estábamos a punto de entrar.
El curso ingreso a la facultad lo había hecho a la distancia, desde Santa Elena, rindiendo toas las materias libres. Así que la facultad no la había visto nunca, ni siquiera en fotos. Y ahora se plantaba frente a mí, pesadísima, colosal, atemorizante. Con todo el peso de la ley. ¿Iba a poder subir todas esas escaleras? Las escaleras de lo que se esperaba de mí... ¿pero quiéb lo esperaba? Mamá, sí. Pero ella no era lo peor. Lo peor era la presión de papá, mucho más fuerte incluso ahora, que estaba muerto, que cuando vivía. Todo el tiempo me decía que yo era especial, y me lo había hecho creer...
Y ahora, yo, ¿cómo iba a hacer para estar a la altura de lo que se esperaba de mí? No sé si este era el mejor camino. Si papá hubiese sabido que empecé a estudiar Derecho no iba a estar contento. No. De mí, él hubiese esperado "más". Si, ¿pero "más" de qué? ¿Y cómo? ¿Y por qué no estás acá, papá, para orientarme un poco?
Que injusto. Como había escuchado en una película una vez, la vida está hecha de elecciones. Y papá, al irse a otro país, había hecho la suya. El auto se detuvo dos cuadras más allá de la facultad. Bajamos. Primero Bruna, con sus tacos y su vestido, y después yo, con mis zapatillas y mi jean gastado. Mi prima me miró de arriba a abajo, y cuando llegó a mi cara me sonrió.

-Me gusta tu look -Dijo. Le creí-

Caminamos las dos cuadras en silencio.

-Pero si es la mismísima Bruna Fernandez en persona...
-Nazareno, maldito, ¿tengo que venir hasta la facultad para encontrarte?

Como se dice en las novelas cursis, Bruna y su amigo "se disolvieron" en un abrazo efusivo sobre las escalinatas de la facultad. Él tenía un jean azul, parecido al mío aunque un poco más nuevo, y unas zapatillas algo rotosas que le quedaban bien. Era bastante alto, diría que nos sacaba una cabeza a Bruna y a mí, y su cuerpo era delgado pero bien formado. Su remera blanca decía: "Give peace a chance", y yo pensé que era linda, porque cualquier cosa que haya sido escrita por los Beatles es linda, pero había muchísimos otros versos de sus canciones que eran mucho mejores, de canciones menos conocidas tal vez. Aunque, pensándolo mejor, que una canción de los Beatles fuera poco conocida era algo casi imposible.

-Estás lindísima -Le dijo él a ella-
-Y vos. Mira tus brazos. ¿Estás entrenando algún deporte?
-Un poco de tenis. Fierros no. Sabes que odio los gimnasios. ¿Seguís nadando?
-Si. Saliendo a correr
-Bonita, estás muy bonita

Era gracioso ver a dos personas tirándose flores descaradamente, parecía que lo hacían en chiste, pero era en serio. Tal vez por eso se me escapó una risita, que Nazareno llegó a escuchar. Me miraron los dos; Nazareno, como si recién en ese momento notara (con placer, me pareció) mi presencia, y mi prima como si hubiese preferido no notarla nunca. Pasó en un instante: sentí la mirada de Nazareno me estaba dedicando (una de esas miradas incómodas, intensas, que -para seguir en el tono de las novelas cursis- "te desnudan"), y también sentí la otra mirada, la de mi prima, que había empezado a odiarme porque intuía, como yo, que, Nazareno estaba interesado en conocerme.

-Nazareno, Victoria. Victoria, Nazareno -Dijo mi prima-. Victoria está viviendo en casa. Es la hija del hermano de mi papá, vino del campo a estudiar Derecho. Es simpática, y un bicho raro. No entiende inglés -Dijo, y después a mí-. Nazareno es un amigo de toda la vida...
-Hola, victoria -Dijo él, me pareció, obnubilado. La verdad es que era bastante incómodo ser mirada así-
-... y ex novio -Me aclaró Bruna-
-¿Ex novios? ¿Ahora decís que fuimos novios? -Nazareno se rió, y me miró-. Estuve persiguiéndola un año para que fuera mi novia, y no quiso. Ahora dice que somos ex novios. ¿Quién entiende a las mujeres?

Yo Nazareno, pensé, Pero no lo dije. Y si él no lo entendía... Si no entendía que lo que pasaba era una típica escena de celos entre dos chicas, bueno, se ve que tan perspicaz no era.

-Vamos a llegar tarde -Dijo Bruna, y empezó a caminar hacia adentro de la facultad-

La seguí, y Nazareno me siguió a mí, al lado, demasiado cerca para mi gusto.

-Y vos, Victoria, contame.. Por Dios, sos... sos... ¿Por dónde saliste?

Sentí la cara caliente. Miré mis zapatillas, el hormigón de las escaleras debajo de mis zapatillas azules, para esquivar la mirada de Nazareno, mientras escuchaba los tacos de mi prima Bruna clavarse en los escalones -Clac, clac, clacclac- , a medida que ascendíamos.
Cada vez con más fuerza. Clac, clac, clac, clac. Como si quisiera tirar el edificio abajo.

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